Es de conocimiento público que Finlandia ostenta el título de ser el país con el mejor sistema educativo público del mundo. Esto, de acuerdo al Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA, por sus siglas en inglés), de 2009.

Este informe, donde Chile ocupó el lugar 44 de 65 países, evalúa hasta qué punto los alumnos han adquirido conocimientos y habilidades necesarias para la participación en la sociedad, según indica el sitio oficial de PISA.

Entre las razones que configuran que este sistema sea tan exitoso están: la carrera de profesor es una de las más prestigiosas (sólo el 10% de los aspirantes logra ingresar a estudiarla en la universidad), los niños inician la escuela a los 7 años cuando tienen suficiente madurez emocional, no hay más de 20 alumnos por sala, no se ponen notas hasta el 5º grado para evitar fomentar la competencia, se busca más la curiosidad que la memorización, la planificación educativa es consensuada entre apoderados y profesores, el 80% de los padres van a la biblioteca con sus hijos, el gasto en educación es cercano al 6,8% del PIB del país y desde el material hasta el transporte escolar es gratuito.

“Los finlandeses consideran que el tesoro de la nación son sus niños y los ponen en manos de los mejores profesionales del país”, expresó en una oportunidad el psicólogo escolar y ex director de un colegio de Barcelona, Javier Melgarejo, en una entrevista con el diario español ABC.

Y además de todo esto, está el hecho de que en Finlandia está prohibido por ley que los colegios seleccionen a los alumnos, les pregunten a qué se dedican sus padres o pidan antecedentes económicos de éstos.

Así lo afirmó la investigadora post-doctoral y profesora de formación inicial, política educativa y metodología de investigación educacional en la Universidad de Helsinki (Finlandia), Sonja Kosunen, quien durante una charla realizada en la Pontificia Universidad Católica de Chile explicó las principales diferencias entre el sistema educativo de nuestro país y el del suyo.

En la oportunidad, la académica señaló que los padres finlandeses no fomentan la segregación social inscribiendo a sus hijos en colegios de élite, argumentando que la razón más probable es que exista una especie de trauma social por la guerra civil de principios del siglo XX.

La docente invitada por el Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (CEPPE UC) comentó que es habitual que las familias finlandesas lleven a sus hijos al colegio público que corresponde a su distrito, donde el gobierno local regula la matrícula.

“La idea basal es que no existe selección. Todos van a la misma escuela, no existen diferencias de clase, ni de sueldo de los padres, ni del lugar donde viven, ni de las creencias que tienen. El hijo de un doctor estudia al lado del hijo de un albañil. No existe la posibilidad de selección. El dinero no está involucrado como factor, no se toma en cuenta ni se considera el capital económico para la educación”, afirmó.

Por otro lado, en Finlandia no existe una prueba similar al SIMCE, ya que no es necesario controlar el nivel educativo de los colegios y los profesores, porque es “un sistema basado en la confianza”.

También aseguró que todos los niños reciben educación preescolar porque es obligatoria, la primaria o básica se rige bajo un programa nacional para cada curso. Al concretar esta etapa, se debe rendir una prueba que determina qué tipo de enseñanza seguirá el alumno de acuerdo a su vocación.

“Existe algo muy similar a la PSU, un examen nacional, más la selección que cada universidad pide para ingresar a sus propios estudiantes”, explicó.

Con respecto a los profesores, la académica señaló que “en Finlandia, trabajar de profesor genera un reconocimiento y prestigio social alto. La formación se realiza en Escuelas Normales, que forman parte de las propias universidades, con un fuerte periodo de práctica profesional”.

A continuación te mostramos un gráfico realizado por el medio español United Explanations, con correcciones mínimas de BioBioChile.

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